Estoy sentado en mi sillón de siempre, pitando como si fuese la última bocanada. Quizás sea solo un acto reflejo, quizás no, pero a fin de cuentas es un cúmulo de respuestas que me sobrevienen hoy. Hoy es antes que mañana, solo eso.

Todo ese tiempo transcurrido, todos los sucesos que se han escrito, y todos los que jamás se han de escribir. No es necesario que se diga lo que se sabe, ni tampoco es menester, actuar lo que se representa en forma real.

No llores mi despedida. Mis letras no se van, porque tampoco supieron venir. No tiene destino la palabra, no existen lágrimas por llorar, ni llantos venideros. No hay un porque sin arrepentimientos, porque no hay explicaciones sin las consecuencias futuras.

La vida se irá con todo lo que ella tuvo. La muerte incluso, irá tras de ella a modo de despedida. No viertas lágrimas, no digas jamás aquello que no me quisiste decir. Tu silencio es la mejor forma de honrar el mío.

Es una última bocanada de aire. De humo. No muero ni me desangro, no sufro ni tiemblo. No es tarde, no es temprano. El tiempo fue la excusa. Es la excusa, y será el sabor del olvido irremediable. No doloroso, tan solo irremediable.

No llores te digo, que yo he estado muriendo toda mi vida.