Hubo un tiempo, prolongado por cierto, en el que prediqué el amor. Bogué porque todos fuesemos buscadores de aquella irremediable felicidad. Ese estado de estupidez impune, en el cual nos dejamos llevar por la espontaneidad, y acabamos representando payasescas simulaciones de lo que creíamos improbable. Siempre pensé que era el estado ideal, aún con su ceguera correspondiente. Pido perdón...

Che, no me sale una palabra más. Si hay alguien ahí(?), se copa en tirar la piedra y esconder la mano? Es decir, hagamos un ejercicio nuevo(?), ustedes me tiran un tema, una idea, o la goma(?), y yo escribo.