Tengo un sinfín de motivos para vivir y despertarme a diario, y sin embargo me pregunto cada noche: ¿Qué sería de mi, sin la esperanza idiota de sentirme igual que ayer? De sentirte igual que ayer.

Los años pasan y nos encuentran distintos. Nos vanagloriamos de los crecimientos y las experiencias que el otro no pudo ver. Soltamos palabras alegres, mezcla de una nostalgia latente y un encuentro semi fortuito. ¿Qué nos une? ¿Cuánto nos une?

Tengo las ganas un poco más cansadas, las sonrisas más medidas, los llantos más espaciados. Tenés los ojos más repletos, los párpados más hinchados que entonces, y la mirada menos inocente. Pero sigue dulce el encuentro. Sigue flotando en el aire, una especie de confusión adolescente. ¿Cuándo es mucho tiempo? ¿Existe la espera, cuándo no sabemos qué esperamos?

No creo en lo místico, no le atribuyo fuerzas superiores, no concibo lo sobrenatural. Pero estás acá, y yo estoy ahí. Nos separa una barrera invisible. Algunos le llaman "Paso del tiempo", otros le decimos "Cómo disimular que te he extrañado". Rótulos inherentes a nuestra falta de exlicaciones. ¿Por qué seguimos ligados a lo que hace tiempo no es más que un nudo?

Buscás lo que no encontraste en ningún lado. Y yo no sé lo que pueda buscar. Se me escurre tan sólo una razón, que hilvano torpemente en forma de pretexto: "¿Viste cuándo analizás tu vida? ¿Lo que fue, lo que sos, lo que serás? ¿Viste cuándo ves una película tonta, o una existencialista? ¿Ó cuándo una muerte cercana, te pone a reflexionar sobre el final? Bueno, no sé que pueda querer yo de vos, pero estás arraigada en cada uno de esos momentos. Y es que a veces, me cuesta concebir la dicha completa, creyendo que quizás no vuelva a besar tus labios. Yo soy feliz con lo que soy, pero aún así, me despierto cada seis meses habiéndote soñado.

Anoche sentí tu cuerpecito. Lo sentí con una inexplicable e irrefrenable sensación de paz. Me abatió la tranquilidad al ver que tus hombros seguían queriendo mis manos. Me subyugó la calidez, cuando llenaste otra vez el hueco de mi pecho. Ese hueco que hace años fuera tuyo, y en el que nadie ha sabido encajar jamás con tanta sutileza. No tengo siquiera un esbozo, de lo que sea, o signifique, la felicidad. No sé si algún día la encuentre en forma definitiva, si exista, o si la esté buscando. Todo lo que tengo, es el recuerdo de anoche.