Lo sintió quemar una vez más sus entrañas. Arañar su graganta y morir en su pecho. Cada inhalación era tortuosa, el calor punzante le dominaba. Al exhalar se liberaba de miles de demonios que lo acosaban, veía esfumarse su oscuro interior. Los miedos se fugaban hacia donde no serían encontrados y en sí, lo envolvía un halo de pureza sin igual.
Hace un tiempo sus manos ganadan en temerosas, temblorosas, inseguras. Los reflejos le iban fallando y un sudor hediondo le surcaba la frente, una mezcla de adrenalina y nicotina que brotaba de sus, semi tapados, poros. Amarillos los dedos, gris el pulmón, cantaba Ismael, y él con su aspecto de ser desinteresado, se negaba a oirlo. La negación es un arma de doble filo. Nada más bello que la libertad de no sentir culpas, de sentirse fuera de los males o de lo que, creemos, no nos afecta. Pero peligroso. Muy peligroso, nos creemos capaces de superarlo, de estar por encima de ello, resabios de una pretensiosa posición de super héroes.
Hoy dije basta, hoy vi negro el humo, lo sentí abatir mis últimas súplicas de no adicto, y me venció...hoy dejo de fumar, por enésima vez, por última quizás...