Yo sé que estoy bien, que no te necesito ni te extraño. Sé perfectamente, o imperfecamente, pero no viene al caso, que quiero progresar y seguir sin pausa hacia un camino donde ya no estás. No me asusta tu recuerdo, no me duele ni hostiga, es solo un buen recuerdo y así está bien, así se planeó y así se está llevando a cabo. Pero no lo pude evitar, me ha traicionado mi propio ser, mi conciencia, a quien cargo a todos lados aún sin quererlo, a quien dejo ser en mi mismo aún pudiendo aniquilarla con una buena dosis de alcohol o buenas mezclas de farmacos o yerbas.
Y una traición, aún siendo siempre dolorosa, es venenosa y amarga, corroe y quema internamente y no nos deja la claridad suficiente como para seguir adelante. Nos llena de cuestionamientos, dudas, banalidades, trivialidades, y porque no, penas.
Dulces penas, que fueron el alimento de este hombre, que le supieron dar motivos a uno para vivir, esas gotas azucaradas que salaron mi lengua y mi pecho. Las que luego fueron lentamente hirviendo y mutando, las que parecían un ácido dispuesto a perforar ada resquicio de un hombre en ruinas. Y lo hicieron, me voltearon, me dejaron añorando la muerte, exigiendo el final para que no fuera el principio.
Pero no deberían haber vuelto, no deberían retorar a mi como furtivas e independientes de sus ojos, no deberían desrenderse de mi recuerdo para infiltrarse en un sueño hiriente, en uno que no llega a pesadilla por lo feliz de su suceder, pero que lastima o asusta más aún...
Y te deja con la pregunta: Cuando se deja de soñar con esa persona?
En tantos meses me había acostumbrado a no tenerte, a no desearte, y a disfrutar tu ausencia. Sin embargo hubo tiempos en los que aparecías allí en el lugar donde no podía perseguirte para eliminarte...ahí eras reina de mi ser otra vez. De ahí te fuiste hace mucho y fue solo un sintoma más que permitía ver a las claras que uno iba por buen rumbo. Pero ayer, 7 de Agosto de 2004, a las 5 AM, luego de uans cervezas y unos nachos con guacamole (y quizá esta es la explicación), te vi. Entraste por la puerta grande, esa que cerré de un portazo hace mucho ya, me besaste, humedeciste mis labios con el nectar que emanas, me poseiste y luego volviste a desaparecer, como siempre, como nunca...