Al otro día de esa trágica noche, un tío lo llevó a su rancho en el oeste de los Estados Unidos. Su primer recuerdo de ese lugar es el más terrible que haya tenido en sus entrañas: olores desagradables, humedad al margen, la imagen de la cara de su tío, bonachón y conformista, diciéndole, más o menos, las siguientes palabras:-Hijo tendrás que acostumbrarte a vivir solo, criarte solo y fortalecerte solo, tienes la desdicha de quien ha perdido a su madre, ¡¡Dos veces!!- El rostro desfigurado se le escapaba de la cabeza, desencajado ante la afirmación del inefable Wilson no pudo más que preguntar porqué se refería a dos asesinatos. Allí fue cuando se enteró de que su verdadera madre no era quien el había creído siempre, sino que la mujer acaecida en la imagen que encontró junto al cadáver aquella noche era el de su verdadera progenitora, y el bebé que aterrorizado miraba sin comprender, a quien retrataba era él mismo diez años atrás, con apenas meses de vida. El relato se sucedió como una golpiza para la dañada moral del pequeño Thomas que no pudo contener las lágrimas y el asombro, brotaron las palabras de esa boca ancha, le confirmaban una historia que nunca podría haber imaginado. La madre era la niñera, la primer muerta la madre y su padre el aparente asesino; motivado, según juicios ajenos por la desdicha que le había causado el ser abandonado por su mujer, juró vengarse y lo hizo. Pero, no conforme con esto, quiso hacer infeliz la vida de ese hijo no deseado que sospechaba como el responsable de arrebatarle el amor de su amada esposa. Thomas nunca entendió porqué no matarle si tanto le odiaba, pero supuso que era el resultado de una mente enferma y que no podía tratar de pensar como semejante bestia inhumana. Sin embargo, y aunque tratara de olvidarlo, nunca lo haría...En la granja pasó una terrible etapa: la adolescencia, en ella descubrió el odio visceral (en el peor de los sentidos), sintió la discriminación más descarada por sus huérfanos orígenes, por su desdichada existencia, inclusive creían que traía mala suerte, ya que ambas madres habían sido bestialmente asesinadas. Quien piensa que el tiempo cura las heridas ha de saber que sólo las cicatriza, pero como toda cicatriz, ha de permanecer en el organismo del ser humano hasta que un pequeño roce o pinchazo la reflote a la superficie y la vuelva aún más dolorosa y profunda, y el caso de Thomas no fue la excepción. Aunque, durante largos meses trato de olvidar, incluso años enteros de terapia no pudieron con su trastornada memoria. No había medicina alternativa ni curandero eficiente capaz de liberar de semejante tormento a tan angustiado ser. Por eso, sus años en el campo no lograron mejorar su herida, solo la mantuvieron a la espera de una oportunidad para resurgir y doler más que nunca.Con el tiempo, pareció controlar la ira que le provocaba su vida entera y había decidido estudiar economía en una universidad de la Argentina. Quería, necesitaba, alejarse de su pasado, del Reino Unido, de Norteamérica y de sus ideales de superioridad infundados. Prefería vivir en un pueblo solidario luchador, soñador, y en crecimiento, que pujaba contra los estándares impuestos y los parámetros establecidos por la bajada de línea del hemisferio norte, perpetrada a través de las alianzas entretejidas con la oligarquía de turno. Lo había conocido por una amistad fuerte entablada en un viaje a Cuba, Ernesto Guevara, le había prometido enorme felicidad en la patria más acogedora del universo según propias palabras, justo lo que él necesitaba, empaparse de humanidad.Los primeros meses fueron difíciles; el idioma, la idiosincrasia, la lucha de clases, el dinamismo social, no eran como los yankis que se veían completos con un sillón y una TV; no eran como los ingleses, repletos de soberbia y de creencias tan anticuadas como su reina y sus putrefactas leyes morales. Los “argentos” eran ambiciosos, luchaban y soñaban con un mundo ideal; el tiempo, las dictaduras y las ayudas de los manipuladores de naciones pudientes cancelaron el proyecto igualitario de las masas y lograron nivelar hacia abajo de la media a una población que, tras el miedo y el horror, debió sumirse en la clandestinidad y el exilio, o bien conformarse con el sillón y la TV que desde otras culturas les imponían.Cuando sus sueños parecían resquebrajarse, conoció en la facultad a la mujer de sus sueños: Carolina, mujer delgada, pero fuerte, de rasgos bellos y angelicales, pero de carácter recio y dominante, con sueños de libertad e igualdad, pero con un toque de realismo que pocas veces había visto; no era una utópica que soñaba con irrealizables locuras, planeaba una vida normal pero con menos dolor en el pueblo latinoamericano, luego en el mundo. Ambicioso proyecto tenía, pero luego vería como su vida giraba en torno a su familia, y, no es que no lo hiciera feliz eso, sino que hubiera preferido poder hacer algo para frenar la masacre de los oníricos luchadores del sueño deshecho. Lamentablemente, el temor por la pérdida de sus familiares en manos de la ley y la ficticia justicia, no le dejaron más remedio que la oscuridad y la dedicación absoluta a la manutención de su propia vida.Poco a poco, la vida se hizo más llevadera con la llegada de la falsa primavera, la bonanza de una empresa en desarrollo que lo llevó a un gran pasar económico y la aparición de las criaturas celestiales que el destino les había deparado: Lucho y Daniela, ángeles del cielo habían caído en esas épocas, porque la belleza y la ternura de esos niños era indescriptible. Le habían completado la vida de tal forma a esta pareja que sólo una tragedia, como la que traía guardada en su interior Thomas, podía perturbarlos.Durante la única etapa dulce de sus vidas entablaron una inquebrantable amistad con Julián y Melisa: socios y compañeros, un grupo unido que les permitió cerrar el círculo de una vida más que envidiable, por quienes desean paz, salud, felicidad y toda la tranquilidad posible.
 
Pero el destino, una vez más, tenía algo preparado en sus avatares indescifrables, algo que jamás podría haber pasado, de no ser por el destino, claro...