Hacía frío esa mañana, “más de lo normal”- pensó Thomas, teniendo en cuenta que el invierno ya estaba dejando lugar a la primavera en los primeros días de Marzo. Apagó su enésima colilla matutina y se dispuso a recorrer, una vez más, el enorme patio que lo albergaba desde hacía doce meses. Su condena no era fija aún y debía pensar bien hacia donde enfocaría el bendito amparo que lo sacaría de allí. Recordó uno a uno los instantes finales de la persecución y la posterior ejecución de su crimen. “¿Crimen?”- se preguntó para sus adentros- “¿Acaso no es legítima defensa matar a quien mató a tu madre dos veces?, ¿Acaso no merecía la muerte aquel descorazonado ser?”. Espantó rápidamente estas preguntas de su, ya castigada, conciencia, debido a que no lo conducirían a la libertad. Sabía que para lograrlo debía ubicarse en el sendero de la culpabilidad y la lastimosidad, sí bien estaba seguro de merecer su vida nuevamente, estaba convencido de que no llegaría a ella por el sendero de la inocencia compasiva, al fin y al cabo había matado a un hombre, y la pregunta con elocuente respuesta era: “¿Cómo justificar los odios utilizados para la consecución de aquel fin tan elemental, como vengar el dolor desgarrador de una criatura que conoce su verdad tras años de sufrimiento?, un fin que si justificaba los medios, mi querido Maquiavelo”- pensó Thomas, pero nadie lo creería así. Estaba decidido, su defensa sería perfecta, su alegato más aún, y no quedarían dudas de que debían librarlo de tan tortuosa pena por tan "insignificante" hecho. Pasó día y noche pensando las palabras con las que se referiría ante la jueza, sabía que el hecho de enfrentar un juez en su situación era muy complicado, pero también sabía que tenía la ventaja de que, al ser mujer, podría aflorar el instinto materno de su altísima señoría para declararlo inocente o eximirlo de prisión al menos. El primer encuentro no resultó del todo satisfactorio, la mujer que lo atendió en el juzgado no pareció inmutarse ante su estremecedor y sincero relato, sin embargo, sabía en su interior, percibía en sus entrañas que esa conversación sería el principio de su, tan ansiado, camino hacia la libertad. Anhelaba con paciencia sus largas tardes en las calles de Buenos Aires, sus paseos diarios desde el piso que albergaba a su familia desde hace tiempo en la Avenida Del Libertador, hasta su trabajo en la suntuosa y opulenta oficina del edificio central de su empresa en la zona de Puerto Madero. Soñaba, día y noche, despierto inclusive, con volver a sentir el aroma de las mañanas porteñas que le habían devuelto un motivo para sonreír tras tanto sufrimiento en su infancia en la gris, y aún más oscura en sus memorias, Londres.Solía pensar mucho en sus hijos, dos hermosas criaturas que su mujer, Carolina, le había permitido poseer y adorar, también había lugar en su celda para esa mujer que tan bien transformó el resentimiento en felicidad en el estado más puro. Su vida carecía de puntos oscuros en ese momento, todos sus objetivos eran satisfechos, inclusive hallar al malviviente, que tanto dolor le había provocado otrora. Disfrutaba mucho viendo crecer esa familia que juntos habían formado, viendo como cada proyecto trazado se hacía realidad de la forma más natural, como cada día aprendía más y más de sus seres queridos que eran el único motivo por el cual él vivía contento y tranquilo. También tenía tiempo para el trabajo, había montado una empresa de gran nivel en el mercado de las telecomunicaciones y lo más importante era que le permitió conocer a su fiel amigo y compañero Julián, quien pronto pasó de asesor/traductor, en sus comienzos inseparable confidente y mano derecha. Junto con Melisa, eran el complemento emocional ideal para Thomas y su mujer, insertándolos en su mundo bien argentino, donde descubrieron las virtudes de esta gente, un pueblo desunido por las miserias de sus gobernantes. Poco les importó a ellos, soñadores, aspirando a  un mundo más justo y unificado, no precisamente en forma inerte desde posiciones estáticas, sino más bien de los que se mueven con gran astucia y dinamismo para transformar todos sus deseos en realidad. Sin embargo, la suerte quiso que antes de lanzarse en su intento político, antes siquiera de poder establecer algún contacto con organismos que no lucraran con el bienestar público, se encontró con una persona que siempre había buscado, pero que nunca pensó que podía aparecer. Deseos truncados una vez más, siempre que se proponía trazar un nuevo camino en su vida, el maldito ser aparecía,  más allá de lo tangible, por alguna razón surgía y entraba en acción, asesinando madres, como si esto sonara natural, obstaculizando negocios, amenazando la vida de sus seres queridos y otras molestias. Lo peor de la situación, es el agravante de que el diabólico ser, figura como fallecido, durante la guerra de Malvinas, para la justicia. Eso le habían dicho en el consulado británico cuando había denunciado su aparición, ya que era buscado por la policía de Scotland Yard tras los asesinatos –Impossible Sir, Mr. Wilson has been murdered during the Falkland Island's War in 1982 - Acto seguido le habían mostrado el acta de defunción y con eso la impunidad anta las acciones de quien él sabía estaba vivo. Pensó que podra matarlo y nadie podría enjuiciarlo por matar a un muerto. Sin embargo, se equivocó...