Dubitativo, pensante, sigiloso y estático. Una pose reconocida entre los Guardianes del Pasado. Esos fanátcos veneradores del recuerdo, aquellos que nos obligan a conservar los momentos que desearíamos no dejasen rastros.
Uno se esfuerza, a veces en demasía, a veces por razones de fuerza mayor, otras por necesidad y propia voluntad...incluso por receta del psicólogo, pero no es suficiente con intentarlo. Con desearlo más que la propia vida. No existe esa capacidad para olvidar a dedo. No es electivo, es azaroso, pero es un azar injusto, como el del Loto o el Quini 6 (con revancha incluída). Es de esas cuestiones sin resolución propia, esas que deberían de manejarse a gusto, sin encesidad de lágrimas, sacrificios y desvelos. Pero no!, esos malditos guardianes lo impiden, los mantienen vivos...los dejan ahí latentes para que resurjan, en sueños o borracheras.
Ustedes saben que la soñé hace poco, pero eso fue solo una de tantas, no es gran cosa, o mejor dicho, no fue gran cosa. Lo que me interesa más es lo de las borracheras, porque como saben ya, soy una eminencia en ese aspecto. Soporto soñarla una vez cada mucho, intercalarla entre regresiones ifantiles, sueños de desudez vergonzosa, o pesadillas co Freddy Krugger. Pero lo que no puedo tolerar más es el momento etílico en que se presenta como uan ráfaga violenta. Esos recuerdos son horribles. Se cuelan imágenes olvidadas, falsamente, perdidas en el laberinto del desarraigo. Pero así como si nada vienen de la manecita de esos caballeros cegados en su afán de ser más molestos que una patada en los huevos. Y ahí nomás nos dan vuelta la trucha, como los pinguinitos de la propaganada de Halls. Y nos dejan mal parados, porque decimos gansadas, hacemos gansadas y no somos capaces de controlarlas.
Los dejo con un ejemplo.
Salida de a dos, mujer, hombre. Yo era el hombre esta vez. Cerveza va, cerveza viene, que un trago, que mejor un vino espumante. Sisi de esos que aceleran el proceso de descomposición producto de sus burbujas traicioneras. Y en eso se levanta para ir al baño, y en un nudo de silencio, aparece el guacho ese...si el de gorro rojo, el duende de los arcoiris, pero sin nada de oro eh!(pueden verlo y reconocerlo en el logo de Pizza Puck de Rosario). La trae a ella en una mano y no me pregunten pro qué, pero los tres nos vamos volando a recorrer el pasado (exacto! como los espiritus navideños de las películas.) Aquellas caminatas de arena en verano, las cucharitas de invierno o el sabor de su cuerpo.
Y saben qué? no queda bien llorar en un primera cita sin razón aparente, mucho menos terminar la noche diciendo: Si fueras como ella, me casaría con vos...no no, definitivamente no es la mejor opción.
Uff malditos guardianes...
Uno se esfuerza, a veces en demasía, a veces por razones de fuerza mayor, otras por necesidad y propia voluntad...incluso por receta del psicólogo, pero no es suficiente con intentarlo. Con desearlo más que la propia vida. No existe esa capacidad para olvidar a dedo. No es electivo, es azaroso, pero es un azar injusto, como el del Loto o el Quini 6 (con revancha incluída). Es de esas cuestiones sin resolución propia, esas que deberían de manejarse a gusto, sin encesidad de lágrimas, sacrificios y desvelos. Pero no!, esos malditos guardianes lo impiden, los mantienen vivos...los dejan ahí latentes para que resurjan, en sueños o borracheras.
Ustedes saben que la soñé hace poco, pero eso fue solo una de tantas, no es gran cosa, o mejor dicho, no fue gran cosa. Lo que me interesa más es lo de las borracheras, porque como saben ya, soy una eminencia en ese aspecto. Soporto soñarla una vez cada mucho, intercalarla entre regresiones ifantiles, sueños de desudez vergonzosa, o pesadillas co Freddy Krugger. Pero lo que no puedo tolerar más es el momento etílico en que se presenta como uan ráfaga violenta. Esos recuerdos son horribles. Se cuelan imágenes olvidadas, falsamente, perdidas en el laberinto del desarraigo. Pero así como si nada vienen de la manecita de esos caballeros cegados en su afán de ser más molestos que una patada en los huevos. Y ahí nomás nos dan vuelta la trucha, como los pinguinitos de la propaganada de Halls. Y nos dejan mal parados, porque decimos gansadas, hacemos gansadas y no somos capaces de controlarlas.
Los dejo con un ejemplo.
Salida de a dos, mujer, hombre. Yo era el hombre esta vez. Cerveza va, cerveza viene, que un trago, que mejor un vino espumante. Sisi de esos que aceleran el proceso de descomposición producto de sus burbujas traicioneras. Y en eso se levanta para ir al baño, y en un nudo de silencio, aparece el guacho ese...si el de gorro rojo, el duende de los arcoiris, pero sin nada de oro eh!(pueden verlo y reconocerlo en el logo de Pizza Puck de Rosario). La trae a ella en una mano y no me pregunten pro qué, pero los tres nos vamos volando a recorrer el pasado (exacto! como los espiritus navideños de las películas.) Aquellas caminatas de arena en verano, las cucharitas de invierno o el sabor de su cuerpo.
Y saben qué? no queda bien llorar en un primera cita sin razón aparente, mucho menos terminar la noche diciendo: Si fueras como ella, me casaría con vos...no no, definitivamente no es la mejor opción.
Uff malditos guardianes...