Impávidos ojos en blanco, humedecidas pupilas negras, el éter se espesa, la noche se apaga y da lugar a las tinieblas del nuevo día, ocaso de sensaciones encontradas, de excesos y pasiones saciadas. Unión contradictoria de doctrinas dispares, la opresiva sensación de auto limitación y preservación se bate en duelo mortal con la liberación inconsciente de los instintos animales. Nadie sabe quien ganara, todos expectantes abren paso a la dubitación, nadie descansa mientras se teje y entrelaza la telaraña del juego prohibido.

Salen juntos, se dispersan, se forman hileras interminables de almas que deambulan en busca del ansiado descanso, fin del juego. La noche de las apariencias se hace a un lado, el día con su vulnerabilidad emerge ante la aterrorizada mirada de quienes se redescubren a cada minuto, cada segundo. Cada bocanada de aire puro se mezcla en los pulmones desgastados por el nauseabundo humo del tabaco y apuñala el hígado de los mas animados bebedores del néctar del olvido y la algarabía. Espíritus sin mas se entregan a su propio destino, forjado por la desinhibición popular, promulgada por la necesidad de escapar a las propias miserias, a las debilidades y fragilidades del propio ser.

Observo ciegamente, me concentro, me pierdo, vuelvo en mí, algo va a cambiar, ellos no lo ven, se esconden, pero se esta gestando algo importante, radical, único...
Si es posible salvar de la humillación de la hipócrita sociedad nocturna aunque sea a un ser viviente por vez, habremos de construir una sociedad entera, con valores personales que respeten los comunitarios, con intereses encontrados que encuentran fin a su disputa y se amolden unos a otros sin necesidad de ríos de sangre y sudor, sin lágrimas que broten sin cesar de las culpables y mareadas conciencias.

Utopías de por medio, sueños de un interlocutor desmedido, creome capaz de cambiar al mundo, empecemos por acá... Sí vos, me mirás, te miro, me seducís, te sigo el juego, es solo por un momento; me presto a su mundo para sacarla de alli...