Cantarte al oido y que se cierren los ojos. Que la respiración sea una combinación de sonidos perfectamente sincronizados. Abarcarlo todo, en los besos que vamos dando. Los cuerpos fundiendose desnudos en un abrazo que desviste, hasta sentir que la piel ya no es piel, sino ganas. Que las ganas ya no sean fantasías y trofeos, medallas de lo que no.

Escuchar las miradas, cantando el silencio. Bebernos los miedos, callarnos las dudas. Anclarme en tu boca y dejar que los ojos digan, lo que no es necesario hablar. Dibujar tu figura entre el tacto y la memoria, rendirle homenaje y besarla hasta que se destiña en soledad.

Morder el deshielo que se abre en tu pecho. Saborear el agridulce de nuestro desencuentro hecho encuentro.
Absorver los aromas que nos devuelvan a este ensueño, en las noches desveladas de pasado mañana. Pasar el mañana, volviendo hasta ayer. Saber que en tus labios, siempre estará escrito, el camino que los traiga hasta los mios. Sonreir intencionado. Sonreir a sabiendas, de que a la vuelta siempre recordarás la mano que te acarició. La mano que tararea tus gemidos. La mano que te transpira, y que te espera, en el canto que te regalé.