Tus ojos a dos centimetros de los mìos. La distancia corta que nos permite agigantar la percepciòn. Leer en nuestras pupilas, las escoriaciones de un pasado presente. Adivinar en los parpados hinchados, las làgrimas que supimos derramar. Que supimos ocultarnos. Que no nos pertenecieron.

Las memorias que se deshacen. Los sonidos que reconocemos, aùn en sus nuevos tonos. El mensaje que decodificamos, al entender nuestro lenguaje silencioso. Nuestras charlas sin palabras. Sin rencores. Sin suplicios, ni explicaciones. Los significados que se hacen carne, cuando sorbemos nuevamente, las emociones mutiladas. Congeladas. Desterradas.

Mi Yo màs superhèroe, promete almacenar las derrotas. Te cubre de promesas, te llora las viejas quimeras y desanda un sinfin de posibilidades inciertas.

Mi Yo màs racional, se cubre de tensiones. De las que paralizan, y de las que movilizan. Se teje el desenlace de una paradoja de temores e inseguridades. De cicatrices que no se lloran. De la valentìa estoica que me brota al sentirte una vez màs, anudada a mi pecho. Refugio al que vuelves cìclicamente. Refugio que no puedo negarte. Refugio que no quiero negarte. Refugio que no sabrìa negarte.

La conjunciòn final, tuerce y retuerce a las dudas. Un Yo que no puede, ni quiere, ni sabe alejarse. Un Yo que no es kamikaze, pero no repara en esfuerzos. Un Yo que te ofrezco, pero ya no gratuitamente. Un Yo que da sin lìmites, que no pide recompensas rimbombantes, ni honores en repartija. Tan solo, y por no desaparecer, un Yo que pide lo completes. Un Yo que se olvida del olvido, y que no llora las viejas heridas. Que asume las nuevas derrotas como propias, solo si prometès cuidarlo. Un Yo que no muriò, un Yo que siempre logràs recuperar. Un Yo que fuiste Vos, un Yo que va a estar. Un Yo que no va a ser Vos, pero que ansìa ser Nosotros.