Casi dos años. Casi 150 posts. Y el ciclo, otrora empezado, habìa de finalizar.

Cuàndo termina mi condena? Cuàndo la pena, a la que no me sometes. Pena a la que me ato, con falaz hidalguìa. Con inconsciente regularidad. Con historias cantadas.

No basta con concluir la funciòn. No alcanza con pagar las deudas. No es suficiente alcanzar al tiempo, y detenerlo al fin. No es a causa de un adios, ni a causa de cicatrices bien curadas.

Es hoy. Fue ayer, pero llega hoy.
Cuando por fin, el fin, deja las cosas en su lugar.

Y nuestros lugares, ya no tienen nada en comùn. A pesar de los lugares comunes que solemos recordar. Que solìamos recordar. Que pudimos olvidar. Y empiezan a desaparecer.

Y se van en un desfile indiferente. Arrasando con ellos, a los dolores del buen recuerdo. Al agridulce de los recuentos. De los re encuentros. Arrastrando en forma definitiva, vestigios de un primer amor. De un primer desamor.

Me libero de tu soberanìa. Porque me libero primero, de mi propio temor a la asunciòn del mandato. Espanto asì para siempre, al adolescente temeroso, que se excusò tantas veces y se recluyò tantas otras, en los fantasmas de tu partida.

No me libero de tu persona. Hace años que no existe tal entidad. La etiqueta de vìctima, tenìa fecha de vencimiento.