El silencio sepulcral de sus propios pensamientos, rebotando intensamente en los laterales de la cabeza. Perfección de la naturaleza, con su indescifrable funcionamiento. Con sus recovecos infinitos y sus precisas imprecisiones. Maquinaria de alta complejidad, que nunca descansa, que nunca se puede frenar. Se tejen y entrelazan las ideas, las más importantes significaciones, junto a las más insignificantes. Cómo duele cuando no tiene descanso nuestro martirio. Cuando la sinapsis neuronal, no hace más que desconectar nuestras últimas insinuaciones de cordura.

La tenue neblina de una mañana que no es tal, al mezclarse con la noche que no ha sido dormida. Es acaso el comienzo de un nuevo día, sino ha terminado nunca el anterior? Se vive por siemrpe clavado en un día del calendario. Y por más que las horas avanzan, incesantes e incansables, el día, y la vida en sí, no saben trascurrir con un hilo de continuidad. Constantes banalidades, que lo acometen y someten. Que lo construyen y lo perforan. Al menos le dan aire. Un aire viciado, si, pero aire al fin. Un respiro entre tanto ahogo. Un suspiro entre tanto ruido. Un silencio, un grito, una súplica sin réplica. Un dolor agudo en el pecho. Pero ya no se siente el cuerpo, tan solo el dolor.