Luchando contra la soledad, como si fuese posible sentir la copañía de un ser ajeno, sin fijar la vista en nuestra propia enajenación. Porque es eso y nada más. Sacando las conclusiones de un sinfin de relaciones inconclusas, que fueron producto de mi propio miedo, de mi propia inseguridad. Quizás de la pre-supuesta necesidad de un amor que nos contenga, nos iilusione, motive y encienda. Y de esas resoluciones analíticas, haciendo balances imaginarios sobre cuestiones que la razón no sabe domar, veo a ciencia inexacta, que no son ni el más remoto reflejo de lo que se llama sentir. Y lo veo más claro al escuchar a mi boca, que al hablar de amor y sentires, usa palabras absurdas, como ciencia, razón o balance.

Recuerdo sonetos inertes, impulsos poéticos e innumerables cantos dulzones y destinados. Y hoy encuentro silencios sin dirección, que surcan sus propio rumbo y vuelven a mis oidos, declarandome libre de amor. Esa es la forma de definirme, y definir mi actualidad. Asumirme y asumirlo, efectivizar y corporizar lo que nuca me animé a reconocer. Cuando la soledad no me está doliendo y se la necesita como purificador. Cuando se que voy a ser quien fui, solo cuando deba serlo, Y entonces bebo de la copa llena de recuerdos dulces, el añejo nectar picado, de los amores desterrados que marcaron mi camino, y me enseñarán a futuro, que aún nada estaba dicho.