Me miro y no me reconozco, siempre tan infalible, tan seguro de mi necesidad y tan predispuesto a golpearme la vida por conseguir satisfacerla. Tan lúcido, impoluto y sereno, tan indiferente ante los vaivenes ajenos de la inseguridad. ¿Quien puede reconocer al espectro imperfecto que se jacta de lo que fue, y sin embargo, se cruza con una forma, que refleja la antitesis de su anterioridad?

Me duele tu nombre, me duele el de ella, entonces escucho mi voz repitiendo en suspiros una mixtura de monosilabos que delimitan un nombre compuesto, etereo e inexistente. Solo veraz en la falacia de mi fascinacion.
No es que quiera jugar al alter ego, ni mucho menos al indeciso e inmaduro personaje, capaz de manipular y amar dos veces creyendo realmente que eso es amor. ¿Quien puede creer esta insana y común sin razón que me abofetea las ideas, que me aturde las ganas y las entumece en un dolor agudo e insoportable?

Es facil no creer en eso, y pensar que se disfruta la bifurcada yuxtaposición de vidas, pero por favor esfuercen sus, ya formadas, posturas sobre este típico y mediocre ser, para entender que no entiende, que le ha tocado vencer por primera vez, al fantasma que ha temido siempre, y al que no creyó comprender. Al alegórico animal que lleva entre sus dientes, el filo que lastimó sus sienes, y le apuñaló tantas veces, ese al que vio de enfrente y hoy doma en su vientre. La timida duda que brotó como el hilo de aquel suspiro suplicante, me deja hoy inerte, y esperando me ilumine una violenta decisión, para no lastimarte, ni lastimar a ella, ni arrepentirme de no haberlas lastimado.