Hincarle el diente a la presa, como animal en celo, como pulsiòn irreverente. Como naturaleza misma de un ser incompleto. La presa, situa en el ocaso de un amor intempestivo. Presos los dos del error, que no deja de ser acierto. Es acaso màs acertada, la conjugaciòn de dos seres en tiempo y espacio? O deben subyugarse los deseos que conlleven completitud y esencia, tan sòlo en detrimento de sus laterales horizontes y su visceral conscripciòn. En beneficio de un tercero.

Pero què demonios es un tercero? Si el mundo lo tejen dos. Bastardos. Huèrfanos e insolentes los osados. Los que perpetran la vida misma, con sus fines y sus medios anudados, en apenas un acto de amor. De amor para dos. De violencia para uno. Un uno que no es, pero al que dan vida, y en esa vida dan muerte.

Siniestra la concepciòn de un mundo que mate al amor, para dar vida a un individuo y aniquilar la pasiòn. Aniquilarla con sorna. Irònica satirizaciòn, que alimenta el desmadre de un todo, que a fuerza de la individuaciòn legitimada del otro, conlleva altruismo y egoismo en su màxima exponencia. Què mezcla! Y valgan las huestes del dolor, para explicar, aùn sin justificaciòn, a semejante resoluciòn.

Es olor a gas, ò es olor a muerte. Es el olor de mi vida, sin dudas...