Baja las escaleras, en respuesta a un impulso imprudente. Amedrentado y cegado por los pensamientos obsecuentes. Pero cegado no es la palabra precisa. No es cierto que haya perdido la visiòn. Tan solo ha dejado de ver, la mentirosa realidad que sus ojos le mostraban. Sin embargo es ahora, cuando realmente està viendo, de los ojos para adentro. Ve las imperfecciones y los problemas. Ve todo. Y asusta. Por inmenso, y por inabarcable. Configuraciones y respuestas, a preguntas que nunca se ha hecho. Ordenadas y pulcras, equilibradoramente desequilibrantes. Todo cuaja, todo cierra. Todo es nada...y nada es demasiado.

La mesa està servida. Tres lugares. Tres personas. ¿Tres personas? Coinciden en espacio, pero no asì en tiempo. Los ojos desorbitados, atemorizan a sus acompañantes. Hermano y novia. Etiquetas sin sentido, que la casualidad se encargò de concederles. Ponzoñosa casualidad, invàlido destino. Caprichoso, fatalista y pervertido. Bohemio. Una especie de artista que configura retazos de existencias, a su antojo impredecible. Siempre queriendo sorprender, aleccionando y detsrozando los tragicòmicos intentos, de los desesperados que lo desafìan. Soberbio vuelca la copa. Traza la ùltima escena, de dos jugadores indistintos. Soberbio como todo artista, que se precia de estar engendrando la obra maestra.

De pronto una voz que lo despabila. Lo rescata de su desvarìo incesante. De sus elucubraciones peligrosas. Tanto dolor acumulado, tanta ira in crescendo. La suavidad de esa voz, en contraste con la gravedad de su herida, desatan nuevamente, el hervidero mental. Tic tic tac. Tic tic tac. Los segundos se amontonan, haciendo cenizas la memoria y la compasiòn. El aire comienza a espesarse, se huele la tensiòn, se huele como el hedor, de dos cuerpos pùtridos, aùn antes de descomponerse. Descompuestos! Miradlos ahì, descompuestos!...han perdido su integridad, solo hay que darles sepultura.




El silencio sepulcral de sus propios pensamientos, rebotando intensamente en los laterales de la cabeza. Perfección de la naturaleza, con su indescifrable funcionamiento. Con sus recovecos infinitos y sus precisas imprecisiones. Maquinaria de alta complejidad, que nunca descansa, que nunca se puede frenar. Se tejen y entrelazan las ideas, las más importantes significaciones, junto a las más insignificantes. Cómo duele cuando no tiene descanso nuestro martirio. Cuando la sinapsis neuronal, no hace más que desconectar nuestras últimas insinuaciones de cordura.

La tenue neblina de una mañana que no es tal, al mezclarse con la noche que no ha sido dormida. Es acaso el comienzo de un nuevo día, sino ha terminado nunca el anterior? Se vive por siemrpe clavado en un día del calendario. Y por más que las horas avanzan, incesantes e incansables, el día, y la vida en sí, no saben trascurrir con un hilo de continuidad. Constantes banalidades, que lo acometen y someten. Que lo construyen y lo perforan. Al menos le dan aire. Un aire viciado, si, pero aire al fin. Un respiro entre tanto ahogo. Un suspiro entre tanto ruido. Un silencio, un grito, una súplica sin réplica. Un dolor agudo en el pecho. Pero ya no se siente el cuerpo, tan solo el dolor.




Casi dos años. Casi 150 posts. Y el ciclo, otrora empezado, habìa de finalizar.

Cuàndo termina mi condena? Cuàndo la pena, a la que no me sometes. Pena a la que me ato, con falaz hidalguìa. Con inconsciente regularidad. Con historias cantadas.

No basta con concluir la funciòn. No alcanza con pagar las deudas. No es suficiente alcanzar al tiempo, y detenerlo al fin. No es a causa de un adios, ni a causa de cicatrices bien curadas.

Es hoy. Fue ayer, pero llega hoy.
Cuando por fin, el fin, deja las cosas en su lugar.

Y nuestros lugares, ya no tienen nada en comùn. A pesar de los lugares comunes que solemos recordar. Que solìamos recordar. Que pudimos olvidar. Y empiezan a desaparecer.

Y se van en un desfile indiferente. Arrasando con ellos, a los dolores del buen recuerdo. Al agridulce de los recuentos. De los re encuentros. Arrastrando en forma definitiva, vestigios de un primer amor. De un primer desamor.

Me libero de tu soberanìa. Porque me libero primero, de mi propio temor a la asunciòn del mandato. Espanto asì para siempre, al adolescente temeroso, que se excusò tantas veces y se recluyò tantas otras, en los fantasmas de tu partida.

No me libero de tu persona. Hace años que no existe tal entidad. La etiqueta de vìctima, tenìa fecha de vencimiento.