Puprpura y anaranjado, como el estallido del sol que se ofende y se va. Trac traca trac traca trac, un engranaje tras otro, siguen el mecánico peregrinaje hacia su razón de ser. Se suceden los segundos,los minutos, las horas y esos días que se agrupan y amontonan en una hojita de papel. Un calendario amenazante, resultante de infructuoso trascurrir. Sufre el que se deja oprimir. Goza el que lleva la delantera. Está por delante de sus días, por delante de sus años.

La muerte como irremediable final, como conclusión de una etapa, quizás la única que nos es conocida. E aquí radica nuestro temor, el temor que acecha a cada vivo que muere con solo pensarlo. La angustia de la inconclusión. La no continuidad de la vida, no legar nuestro existir en un hijo, no terminar ese libro o quedar en el tintero aquellas letras que la pluma mojada se aprestaba a diagramar.

Yo no quiero temerle. No quiero snetirla, ni vivirla antes de muerto. Decía un ruso añejo: "...donde está la muerte no estoy yo, donde estoy yo, no está la muerte...". Decía un filósofo alemán que entre la vida es un chispazo entre dos grandes períodos de oscuridad, el antes de nacer y el después de morir. Por qué temerle tanto a uno y no prestar atención al otro. Mi única solución es hacer hoy todo lo que tenga que ser hecho, no guardar ases bajo la manga. Noe sperar "mejores" oportunidades, no excusarme y arrepentirme, hacer hoy, hacer ya, no dejar nada sin hacer, sin decir...por temor.

Si me estoy enamorando de vos, vas a saberlo en este mismo momento...





Hace tiempo que la marea no baja. No cesa el ir y venir de las olas inmensas. Esas aguas turbias, invasoras silenciosas que perforan mi conciencia. Miedos, retrasos, progresos que no me ánimo a celebrar.
Me aferro al sueño apesadumbrado de un pasado reseco, lo tomo como amuleto, me cubre, me escuda ante la posibilidad de sentir nuevamente.

Me hundo en la intrsopección. Escapan las últimas bocanadas de un aire que oxida, aún sin oxigenar. Burbujeantes emergen para mantenerme vivo, pero me vuelo, me vuelco. Profundo, banal, insensible y apático. Dejar de sentir, dejar de vibrar, o mejor aún, llorar un espectro que desvaneciose en horas apagadas con el pasar de un reloj devorador. De fogosas pasiones que envolvían la historia, recubriendo una realidad que parecía olvidada.

Ahh bendita sea la negación, el apego a lo ficticio. Bendita liberación de tormentosas sensaciones. Y el hielo se hace carne, torrente gélido, liviandad. Y un apagón forzado. Un beso de bienvenida a la realidad, y la pregunta inevitable. El olvido que se olvida y el presente que avasalla. Y lavida que me golpea bajo, me obliga a vivirla, ansiosa, pide a gritos. Y cedo ante ella. Me dejo ir y venir. Me desando en el camino más llevadero y a la vez el más arriesgado. El sentir. El involucrarse, el ser penetrado por la violencia de un rayo insurrecto de humanidad.

Y en vos pienso lamer cada herida, en vos corromper mi hibernal estado. Derretir las ampollas de aquella cristalina inexistencia. Pienso hacerlo y repetirlo eternamente, y enorgullecerme de mis avances y caminos tomados. Y que cada dolor sea vivido con orgullo y afrontado con la sonrisa de quien se sabe relizado aún en su derrota. Y más aún a sabiendas de que las derrotas serán cíclicas pero no eternas, que en cada giro estará repitiéndose al menos una vez el beso en el segundero, ese que quitó la cascara mascara de la no sensorialidad.