A todos los que se molestan con la crítica al Mauri, les pregunto:

¿Es defensa alguna contrarestar las críticas con un simplista "Dani también tiene errores, pasado y cosas feas!"?

Claro hombre! Pues claro, si de eso se trata, de comparar, no de equiparar! ¿Que Filmus tenga errores o contradicciones lo hace igual a Macri?

¿Si decís que hay campaña sucia, retrucás ensuciando más, o sos ejemplo de limpieza? Y, en tal caso, ¿tirás la basura abajo de la alombra y la disimulás pasándole con la silla de ruedas por encima?

La crítica es ida y vuelta, pero cuando volvés, podés establecer una comparación entre ambos momentos críticos y emitir un juicio de valor. Como toda valoración, subjetiva y siempre sesgada, pero los sesgos críticos y fundamentados son mucho más valiosos que las meras opiniones infundadas y las réplicas del zonzo ofendido.




Macri no es oposición, no se dejen engañar por la campaña de turno. Macri fue oposición una vez que ganó, antes no representaba a nadie ni a nada. Lo tragicómico es el discurso de centro izquierda que se mandó al ganar, sabiendo que sus votantes lo eligieron por ser la expresión economicista, privada, neoliberal y facho que tantos quieren (me da escozor!). Ahora los que le dieron el 45% debieran estar desconcertados. O no. Quizás no tenían idea (en su gran mayoría) a quién elegían y el por qué.

Es válido el argumento republicano y democrático, pro defensa de la diversificación del poder, pero a veces ese argumento se ve vaciado sino se defiende con la correcta yuxtaposición de las opciones "alternativas". En primer término no me cabe la hegemonía reinante de ningún político de turno, ni me cabe el sistema alevosamente presidencialista que nos hostiga. Este sistema nos somete a decisiones cuasi unipersonales que han derivado en:
-Un cínico adicto a los decretos.
-Un absoluto cooptador del poder por medio de los diferentes cargos y reductos de la política local y nacional.
-Un estúpido sin capacidad de mando que nos deja semi acéfalos.

Pero no podemos resolver los errores de un sistema político votando a alguien que, aunque creemos opositor y salvador de las instituciones democrático republicanas, se valdrá del mismo para su propio mando. Filmus en sí no tiene cargas negativas, salvo la de ser el enviado del oficialismo/poder/todopoderosoabsolutista, no es poco eso eh, pero tampoco uno debe cegarse por ello. Yo no lo voté, ni lo quiero, pero asumo que una política con errores y demagogias que tienda a la centroizquierda, a los intelectuales y a las politicas sociales, siempre va a ser mejor que una gestión pura, limpia y magnífica de derecha, neoliberal, económica, propulsora de intereses privados. Los intereses esos, no son tan solo los que una empresa defiende, sino las que defiende aquel que conciba a su propio mundo privado como lo único sagrado e intocable. Ese pincipio rector es el que posibilita -y posibilitó históricamente- que lo privado prime por sobre lo público. Es ahí donde el mundo se da vueltas, donde unos pocos comen, otros tantos pican y el amplísimo resto se caga de hambre.

Puedo estar errado, pero si así fuera: ¿Para qué votar?, ¿para qué unirnos en sociedad?, (más que para la defensa de lo propio). O buscamos una existencia conjunta tendiente al mayor bien común, o nos dejamos fagocitar por el interés individualista que reza: "a mi me preocupa lo mío". De cualquier forma, lo peligroso sigue siendo que el desinterés por lo público como respuesta a los constantes golpes recibidos por parte de "los que tienen el poder", es una herramienta hiper funcional al sistema vigente. Buscar el cambio a partir de una mirada revanchista y simplista que no analiza más allá de las campañas publicitarias es un problema de difícil resolución. Jamás habré de dictarle (cual conciencia rectora) a cada quién sobre las elecciones y formas que se ciñen sobre su círculo íntimo de acción individual. Pero llevar esa misma desidia, ese descompromiso televisivo posmoderno, a los ámbitos en que se debaten nuestras posibilidades como sociedad, es algo que no puedo dejar pasar. Algo que, ninguno que sepa verlo, debiera dejar pasar.





Con la suavidad de quien se sabe redentora de los pesares intrínsecos a los malos momentos. Así de mayúsculo y genérico, inevitable y doloroso. Con la tristeza de sabernos derrotados y aún así recuperados. Supongo que lo más agudo de sentirse vivo nuevamente es asumir que nadie muere antes de su propio final. Nos sentimos caer en infinidad de ocasiones, pero aún así, en las circulares y sabrosísimas vivencias truncas, encontramos un nuevo existir. Y no es que no lastime, pero cicatriza. Y siempre está ahí, cáscarita. Pequeño trofeo de una guerra que perdimos, pero supimos afrontar. Y cuando una mano cálida acaricia esa pequeña herida que fuera la muerte misma de nuestras ilusiones proyectadas a través de un tiempo que jamás pasó, sentimos que agrieta más y más profundo en el alma, el pequeño hueco instalado entre el vacío y el deshielo. Pero entre el torrente arremolinado de caricias ajenas, hay una propia que no conocemos hasta que llega y se encastra en aquel recoveco aún sangrante. Esa pequeña muestra de fe, devuelve una mueca conocida sobre sonrisas trazadas en otros cuentos. Y los finales no vuelven a ser finales, simplemente retornan a ser principios, comienzo de nuevos sueños, de proyecciones a través de sus manos. De sus caricias y de mis males, que se funden en una nueva pasión. En un cuento que nunca hubiera comenzado sin haber terminado un capítulo anterior. La maravillos posibilidad del querer, que nos devuelve la vida luego de las reiteradas muertes. Sólo hay que prestar atención, porque nunca se sabe donde está el final. Nunca donde está el principio.