Algunos dicen que es salud. Otros dicen que es el otorgamiento implìcito.
Dicen que calla quien no tiene que decir. O quien prefiere escuchar y aprender.
Muchos se sienten a gusto con èl. Tantos como los que se incomodan y no pueden sostenerlo.
Se lo aclama en nombre de la concentraciòn. Y se lo vapulea como corresponsal del aburrimiento.

Sinònimo de respeto, pero a la vez de miedo. Paradòjico que el miedo pueda causar a la vez, dos reacciones tan opuestas. Un grito, o la paràlisis total.

Y en estos dìas, quizà meses, son varios los que me han interrogado en repetidas ocasiones por mis mentados silencios. Buscan una causa, o una soluciòn. Le dan nombre y forma, lo catalogan, lo asignan a lo que, creen, es su disparador.

Preguntan por miedos posibles. Y afirman sus hipòtesis y conjeturas, sobre la base teòrica que alimenta, el catàlogo de mi otro yo. Un yo que no se ha disuelto. Pero sin embargo, ha visto crecer en forma categòrica sus silencios. Los ha prolongado, y ha aumentado su intensidad y su cantidad.

Si bien muchos de mis silencios saben hablar por sì solos, hay tantìsimos otros que son tan solo eso. Ausencia de palabras que describan algo. Pero no por incapaces o inacabadas, simplemente por inexistencia de esa entidad llamada "algo" o "mensaje". De un tiempo a esta parte, creciò en forma proporcional, mi dialogo interior. Y no es algo mìstico ni mucho menos, es simplemente que un ser extrovertido y verborràgico, de a poco va aprendiendo a medir sus propias cavilaciones.

Puede llegar a ser ùtil, el hecho de alzar la palabra, previo uso de los silencios que le dan forma. Es un arma poderosa la del lenguaje. Y tanto las armas, como el poder, tienen la capacidad de ser manipuladas y dirigidas en detrimento de otro ser. Cuando diga algo, no serà por mero hilvanar sonidos concatenados. Cada elucubraciòn expuesta al oido ajeno, serà una declamaciòn y declaraciòn, de lo que està dentro mio. No garantiza que sea interesante, pero si genuino.